Las Ciudades que supimos construir/destruir
Por Hugo A. Kliczkowski, arq. Agosto 1978 Colaborador AN GdMd
Se elige una región, se la
secciona en partes menores y se la construye palmo a palmo hasta que no quede
un solo m2 sin tapar. Para ello se lo excava bien hasta asegurarse haber
profundizado por debajo de la tierra fértil hasta llegar a la tosca. Se elevan
sus construcciones hasta poder parar los vientos y desviarlos, dar sombra a sus
calles e impedir toda posible vista al horizonte. Se rellenan todos los
intersticios con asfalto o piedra y encima se colocan latas que al moverse
produzcan ruido, gases tóxicos y olor.
Se perforan
las raíces de los árboles existentes, para el pase de cañerías de agua, gas y
electricidad. Pero si a pesar de nuestro esfuerzo, algún arbolito floreciese en
primavera, se lo tala, pues es allí donde debe ubicarse la entrada de un
garaje.
Concluida
la tarea con la tierra, se colocan tantas chimeneas como sean necesarias para
que el sol y el aire no cometan la locura de dar vida en esa ciudad.
Terminada
la primera etapa de impermeabilizar la tierra contra el aire, el sol y el agua,
podemos continuar nuestra labor contaminando y agotando sus ríos y napas de
agua con la certeza de que nuestra impermeabilización impedirá cualquier
reposición.
Al no
preveer su crecimiento, tendremos garantizado que éste será descontrolado y
arbitrario; al no pensar en su gente, tendremos asegurada su destrucción.
Cuando todo esto esté logrado, se espera unos años, y estarán dadas las
condiciones para abandonarla y comenzar nuevamente nuestra noble tarea de creación,
en otra parte de nuestro mundo.
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